martes, 6 de marzo de 2012

Desierto Florido XIV


El desierto despertó hablando otras lenguas,
el idioma de las aves, los insectos, las flores.
Cuando era piedra y arena, era silenciosa,
no respiraba y caminaba encogida de hombros,
con trapos desgastados, desolada,
con el pecado de la sed a cuesta y sin reloj.

Su cuerpo se habitó de vibraciones y aromas
y recordó que alguna vez mendigó agua
para refrescar su piel árida.
Atrás queda la tristeza y los días de lectura
para dar paso al silencio que se
convierte en ropas coloridas, en pasos,
en hojas frescas, en murmullos húmedos,
en cojines mullidos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermosas letras, huelen a fragancia.

Agencia Digital Bogotá dijo...

Excelente publicación, un gusto visitarte.