lunes, 27 de septiembre de 2010

Desierto Florido VII


En la absoluta aridez de mi desierto
ocurre el milagro de amor de la tierra,
se desperezan las semillas en un bostezo
de floración costera
para contar sus secretos de germinación.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Mi Chile


Mi Chile,
con un nombre
tan corto y perfecto
te bautizaron
las aves de manchas amarillas
para perpetuarte en el sonido
del tiempo,
en el rumor de las fronteras,
en el boca a boca de los vecinos.
Eres un día entero
en un carrusel,
con todas las estaciones,
eres una vida completa,
con tu loca geografía
que es un ropero
de muchas ropas,
con muchos ojos
de colores.
Donde tu aroma huele
a cordillera y mar
y tus manos tienen surcos
de criollos y mestizos.

Desde el blanco útero adormecido
anidas a los pies del mundo
donde termina la tierra húmeda
para nacer erguida y larga,
delgada y orgullosa,
para acurrucarte en vellón
de cordero
y escuchar al viento austral
que te susurra
poesías de Neruda, Mistral y Parra.

Aprendiste a alimentarte
de milcaos, curantos,
chapaleles, guisos y cazuelas
y tus primeras palabras
las balbuceaste en mapudungun:
nguëñün, nguëñün, nguëñün.

Caminaste en la aventura de descubrir
tu vida e identidad
junto a los rieles del ferrocarril,
en las lenguas de los colonizadores,
en los socavones de Chañarcillo,
en el sudor de la pampa salitrera,
en los estandartes del Atacama,
en el cobre del desierto.

Has sido constructor de casas
en palafito, caletas, campamentos,
laderas y desierto,
desafiando a las leyes de la
arquitectura y del hombre.
Arriero en Los Andes,
indígena en la Araucanía
minero en la soledad de los cerros,
pescador en Juan Fernández,
agricultor en Maule,
artesano en Pomaire,
oficinista en Santiago
soldado en la frontera,
devoto en la Tirana.

Fuiste un niño chapoteando
en el pacífico egocéntricamente
lavándote la cara tiznada de carbón,
un adolescente en las planicies
magallánicas elaborando teorías,
siendo un individuo en transito,
complicado, difícil,
en busca de libertad e independencia.
Y la juventud la viviste resbalando
en tranvías, funiculares y bares en el puerto,
entregado a los excesos del amor
bailando la cueca brava.
La adultez, te sorprendió
de un golpe a la democracia,
para vestirte con zapatos negros,
con corbatas serias, con miradas de cejas,
apresuradamente para seguir respirando
en el extremo suroeste de América del Sur.

Tantas veces has nacido en el canto de las aves,
tantas veces has muerto en la sombra de los otros,
tantas otras has cambiado de piel con el sol,
para seguir siendo, mi delirante Chile,
con perfume de mujer.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Desierto Florido VI


Desde la entraña de la tierra
la semilla se aferra
en la piedra
con su raíz umbilical,
y en su útero de arena
se alimenta de la lluvia
de otoño,
para parirse
en búsqueda del cielo Atacameño.