Mis manos se amarran en tus senos
al amanecer,
para despertar en tus parpados,
desanidarme de tu pelo
y desperezarme en tus brazos;
desayunar las migajas de tus labios
y saborear el aroma de tu boca
en una taza de té humeante.
Mi piel se despelleja en tus dedos
al atardecer,
y mis músculos se acurrucan
en el murmullo de tu voz,
en la sombra de tu sonrisa
en la saliva de tus letras.
Sin tregua en tus venas.
Mi boca se silencia en tus ojos de luna
al anochecer,
entre el aroma de tu orgasmo
que abre mis poros sedientos
y el brillo de tus pupilas
que saborean el jadeo de mi piel;
nos cubrimos solamente con
el sudor que emanan mis palabras,
para anclar en las
silabas guturales del hambre
de tu cuerpo.