Cuzco,
lluevo sobre tus calles empinadas,
estrechas y pedregosas,
para acariciar tú piel mestiza
con pasos húmedos y lentos,
con hambre de pasado milenario y colonial,
con el tiempo detenido en tus puertas
y murallas ancestrales.
Lluevo sobre tu huerto infinito
de frutas, verduras y hierbas
en el mercado de San Pedro,
en el aroma de tus cocinerías
con el sabor terrenal de tus manos.
Lluevo sobre tus hojas de cocas
incansables y medicinales
entre el cielo y la tierra,
sobre tus cerros
que vigilan tu cielo nublado,
sobre el recuerdo de haberte amado
siendo princesa descalza
del reinado inca.