tendida boca arriba
con un orgasmo sísmico,
estremeciendo su cuerpo húmedo
de nidos de pájaros, de verde pálido,
desprendiendo el grito contenido
en una marejada convulsionada,
en un crujido de piedras dormidas,
un llamado insoportable
del deseo escapando
a través de las puertas, del oxido,
pestillos, alas, bisagras.
Llenando el silencio de la noche
en un chirrido de voces,
desgarrando músculos, pasos
y huellas con barcazas.
Llegó con sonido de tambores,
con hambre jadeante
y sudor frío,
con contracciones,
buscando con uñas
la energía atrapada
para liberar
la intensidad en flujos,
en movimientos desbordados
y encadenados.
Para ser dueña de su propio tiempo,
para reclamar su derecho de hembra
y sentirse agitada,
para ser parte del gemido de su cuerpo
y cobijarse en su respiración,
para besar temblando.