Levo anclas en el mar
de tu cuerpo azul
desde el lóbulo de tu oreja
hasta los talones de tus pies,
a la pesca del aroma
de hembra
que emana desde tu piel.
Aroma intenso, rojo, orgásmico,
ruborizante,
como olas encadenadas
disgregando las rocas,
friccionando al viento.
Navego por la corriente
de tus poros agitados
que no me dan tregua,
en la tempestad de tu sudor
palpitante,
en el oleaje de tus muslos
escamados y jadeantes
rumbo al rumor de tu aroma
que es un rastro intenso,
con latidos, que grita,
que anuda, que gime, que desgarra,
y mi nariz es el muelle
donde recala el aroma
de hembra de tu mirada.
Aroma que revolotea en mi boca
con alas desnudas,
que se fragmenta en arena,
que se transforma en gotas de rocío,
que se agolpa con furia,
hambrienta y enredada en mis dedos.
Y yo saboreo el aroma a mar
que desprenden tus labios salinos
al amanecer,
aroma suave y profundo
que me estremece,
que genera un oleaje interminable
en mi cuerpo
y me encadena al tuyo.